DE LA ATENCIÓN A LA SATISFACCIÓN DEL CLIENTE
DE LA ATENCIÓN A LA SATISFACCIÓN DEL CLIENTE
Por Juan Carlos Díez P.
¿Conoce usted algún departamento u oficina de servicio al cliente que se aparte de esta denominación genérica? En mi país, unas cuantas empresas, poquísimas, vienen usando denominaciones como contacto con el cliente o asistencia al cliente. No está mal, pero a la fecha no tengo constancia de que exista alguna compañía que haya rebautizado esta crucial labor como oficina o departamento de satisfacción del cliente.
Es
probable que muchos directivos consideren que basta la denominación
convencional, que no es preciso adornarse o innovar en un concepto ya de
por sí explícito y acabado. ¿Será
verdad? Pienso que no. Pasar del concepto de atención al de
satisfacción al cliente tiene un alcance mucho mayor que el de
presentarle al cliente un atractivo giro semántico. Representa, ante
todo, una declaración de excelencia y de alto compromiso, una
reconfiguración total (reingeniería) de la gestión del servicio. Veamos por qué:
1. La buena atención es lo menos que se puede esperar:
Muchas
empresas consideran que la buena atención al cliente es el punto de
llegada, pero resulta ser todo lo contrario: es el punto de partida. Una
buena gestión del servicio no podrá calificarse con grado de excelencia
sólo porque una llamada es atendida con rapidez o porque recibe un
trato cordial y oportuno.
2. Satisfacción es igual a solución:
Si la rapidez y la cordialidad son el comienzo, ¿qué sigue? Pues a
partir de este punto comienza el salto innovador: los clientes esperan
que tras las formalidades de la atención venga toda una gestión que
demuestre que el asesor y su compañía están preparados para satisfacer, e
incluso superar, las expectativas de los clientes.
3. ¿Receptores o gestores?:
Si
el cliente tomó la iniciativa y emprendió una acción, la compañía y su
personal de servicio deberán hacer otro tanto. El papel de amables y
pacientes receptores que posee o debería poseer el personal de atención
al cliente halaga, pero no satisface.
Son comunes los casos en que los clientes deben insistir una y otra y
otra vez en la búsqueda de una solución, y si el asesor no es el mismo
que atendió por primera vez el caso en cuestión, el proceso, por lo
general, tiende a regresar al punto de partida. Tampoco es raro
encontrar que cada asesor entregue una respuesta incompleta o
incoherente con respecto al primero, segundo o tercer asesor que tomó
nota (¿en realidad tomaron nota?) sobre el caso, lo que dejaría mal
parada a la compañía y a su gestión de atención y satisfacción del
cliente. Un cliente en proceso de ser atendido con entera satisfacción
no debería reportar más de una vez cuál es el motivo de su contacto. Si
la compañía posee un alto nivel de desempeño en la gestión del
servicio, debería tomar las iniciativas correspondientes, convertirse en
actor, no en receptor.
4. Capacitación para la satisfacción:
Los asesores deberán estar bien entrenados para demostrarle
al cliente, no para mostrarle, que están dispuestos a hacer todo de su
parte para entrar a la acción y hallar la solución más conveniente. Es
fundamental que le transmitan al cliente la sensación de que “allí hay
alguien que se hizo cargo del asunto”, alguien capaz de formular
preguntas pertinentes, de allanar el camino a favor suyo. Todo cliente espera que ocurra algo, algo positivo, algo tangible, mensurable. La
mejor imagen que puede proyectar un asesor de servicio y, por
extensión, su propia compañía, es demostrar al cliente que él o alguien
más, con nombre propio, lo acompañarán hasta el punto de llegada, es
decir, hasta la plena satisfacción.
5. El costo de la plena satisfacción:
Para
terminar, es muy probable que los gerentes y directores se estén
preguntando si ese punto de llegada no supone un compromiso de difícil
cumplimiento: ¿plena satisfacción a todos los clientes? Sí, no cabe duda de que ese empeño puede resultar intimidante y, por demás, costoso. Habrá casos en que, por una u otra circunstancia, el cliente nunca quedará del todo satisfecho. Sinembargo,
excluidas estas situaciones marginales, la gestión de la satisfacción
del cliente merece una atenta reflexión y un replanteamiento de lo que
en realidad implica retener a ese cliente. Si se examinan constantemente
los puntos críticos de la gestión del servicio, si se perfeccionan mes a
mes y año tras año los mecanismos de fidelización, los gerentes verán
que la gestión hacia la plena satisfacción resulta menos compleja de lo
que parece. ¿Es esto un alto costo? De ninguna manera. Es un sello de distinción, un valor agregado de gran impacto y una muy inteligente inversión.
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