Encuentro con mis RAICES
Hace pocos días
tuve la oportunidad de trasladarme a la población de Mesa Bolívar en el estado
Mérida un pueblito bien pintoresco de esta región andina, donde se mezclan las
culturas, un clima súper fresco y gente cálida y hermosa. Lo particular de esta
visita no solo fue el disfrute del paisaje, arquitectura típica, gastronomía
local sino además el encuentro con la familia...conocer de dónde vienen mis
apellidos maternos. ¿Quiénes fueron mis antepasados? Eso de revivir el árbol
genealógico y sentir que a través de las historias puedes conocer los
personajes que te antecedieron es fascinante y resulta un reto a la
imaginación-
Mi
abuelo salió de un caserío que ni en el mapa existe con una familia súper
grande a un pueblo llamado Tovar para garantizarles a sus hijos educación y un
mejor porvenir. Hoy día todos ellos profesionales de ciudad quizás no recuerdan
su orígenes nobles y rurales sin contar la vía tan atrinca que tuvieron que
pasar quizás en burro o mula para poder llegar de ese rincón montañoso donde se
residenciaron.
Mis abuelos venían
de familias numerosas. Mi abuela tenía 9 hermanos, Jacinto, Manuel, Rafael,
Analina, Marcelo, Ramón, Lola y Gonzalo, provenientes de dos
matrimonios del abuelo Manuel Mora. Así que la abuela de mi mama tenia
los tuyos y los nuestros. El viudo y su hermano Vicente Mora, descendientes de
los fundadores de Santa Cruz de Mora, se fueron a los Pueblos del Sur y
se casaron con dos muchachitas hermanas, constituyendo así los matrimonios Mora
Molina. Por parte de mi abuelo, provenientes del matrimonio de dos hermanos con
dos hermanas, formaron las familias Zambrano Uzcátegui, eran todos hermanos de
parte de madre y padre y el tenía 7 hermanos: Lázaro, María, Inocentes,
Antonia, Francisca y Benito.
Mi madre me cuenta
que mi abuela doña Josefa Mora Molina, nació en un pequeño caserío llamado El
Tesoro, en San Buena, en la vía hacia Mesa Bolívar, sus orígenes son
Canagueros, de los pueblos del Sur. Mi abuelo materno Hilario Zambrano
Uzcategui nació en Siloé, aldea del Municipio Tovar, juntos
se enamoraron y se mudaron a Mesa de los Godos donde nacieron sus 6 primeros
hijos: Ramón Eladio, Francisco, Alberto, Carmen, Teresa e Hilda, hasta que por
búsqueda de progreso y una mejor calidad de vida deciden arriesgarse y mudarse
a San Cristóbal del Estado Táchira, de donde salieron al poco tiempo y se
establecieron en Tovar donde nacen sus últimos 5 hijos Cheo, Alba,
Mireya, Blanca y Betty.
Don Hilario o papá Yayo para la familia, como
se le conocía era famoso por sus arreos de animales y sobre todo la talabartería,
con la que sacó adelante su familia. Mi abuela señora de hogar, ama de casa le
enseñó a hijos sobrinos, nietos, amigos y criados los valores que hacen grande
y hermoso al ser humano. Ella siempre cuidaba los detalles más mínimos, la
religión y los buenos modales, la honestidad y el respeto fueron siempre
su baluarte. La sopa de arvejas y las arepas con el hilo de queso, sin faltar
la mazamorra eran típicas en su casa. Tenía un gallinero y a su vez pavos
reales a quienes quería y cuidaba con mucho empeño. Los turpiales eran su
adoración y también el recuerdo de una pequeña capilla llena de santos que a
final de la noche arrullaba a todos los presentes con el santo rosario y después
a dormir.
Criarse donde Doña
Josefa Mora alias Mamá Chepita era toda una aventura, la limpieza, los
horarios para despertarse, la contribución en la cocina para hacer el café o
servir a quienes estuvieran en la casa. Todos en armonía, siempre alcanzaba
todo asi llegaran más invitados que los de costumbre. Siempre hubo mano amiga
para recibirlos y darles posada y alimento. Los helechos y las diferentes
plantas florales adornaban la casa de punta a punta y el patio central:
Al final de la casa en lo que llaman el solar se podían encontrar los árboles
frutales, recuerdo el guanábano, las mandarinas, los aguacates y las lechosas, así
como los caballos que arriendaba mi abuelo y el perro Cachipay. También
recuerdo la vaquita caturra que mamá Chepita ordeñaba en las mañanas.
No había lujos, fue una casa moderna que todavía sigue de pie a pesar que ellos ya murieron; fue edificada con cemento y bloque pero con cimientos de amor, respeto, solidaridad, camaderia. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, dice el dicho pero con ellos se rompió eso, pues celebraron en vida 65 años de casados, dejado institucionalizado el matrimonio como ejemplo. Ser una Zambrano es una responsabilidad con ellos y con la historia pues de su sacrificio y esfuerzo somos producto esta generación de poetas, locos, trabajadores, resteados y sobre todo el don de gente para servir siempre.
A través del tiempo cada uno va conociendo personas, vivimos experiencias, algunos cambiamos totalmente el formato de nuestras familias, otros no recordamos la importancia o los orígenes de nuestros antecesores y de los esfuerzos que realizaron para nosotros estar donde estamos. Muchos adoptamos patrones de comportamiento y estilos de vida más modernos o actualizados a las circunstancias de nuestro entorno. Pocos conservamos la tradición o le damos el valor de reconocer su poder y su efecto en nuestras vidas.
Mis tíos y primos mayores inauguraron un área de la casa donde bebían que le llamaban el bar el chirimoyo a que le deben su nombre lo desconozco pero era la perdición. Vengo de una familia grande, diversa, compleja y de carácter.
Todos han vivido a su manera; mi abuela se encargó de ayudarlos a tener estudio
para el que quisiera superarse a pesar que ella solo hizo el tercer grado y mi
abuelo era analfabeta, pero un genio para multiplicar y dividir. Criaron gente
de fuerza, de carácter, de nombre. Le dieron el cambio a su destino cuando
decidieron apartarse del pequeño caserío, de su zona de confort, de sus orígenes,
para darle paso al progreso, al cambio, a la aventura, que esos dos soñadores
tenían para con su familia. Algunos primos y familiares lejanos le decían que
se las echaban porque tenían hijos doctores y ellos con humildad respondían con
amor, con cariño y con inteligencia. Aun muertos siguen siendo ejemplo de vida
y constancia.
Muy pocas
veces miramos hacia atrás para reconocer el valor que han tenido nuestros
antepasados, para darle la forma al proyecto de vida presente de sus herederos.
No solo con los apellidos sino con su legado, su ejemplo sus acciones de
vida.
Por
parte de mi padre sé que mis orígenes son orientales, del estado Monagas, de un
caserío llamado los Pozos de Areo, donde mi padre nació y creció hasta mudarse
a Punta de Mata para poder estudiar. Viene de orígenes humildes de madre indígena
Margarita Febres Febres y mi abuelo Carupanero José Ángel Meza, quien muy joven
murió. Dejaron 7 hijos Cruz, Rosa, el tío José llamado el Negro,
Carmelina, Delia, Napoleón y Angito.
Mi vida se comenzó a escribir mucho antes que yo naciera, las vivencias de mis padres, de mis abuelos y de mis antepasados, son mi baluarte. Muchas veces nos aventuramos sin pensar y darle valor a ese legado y reconocer los orígenes de nuestros apellidos o esperar que un tercero nos indique o reconozca su importancia en nuestras vidas presentes.
Me alegra demasiado
cuando escucho familias con sus rencuentros familiares e incorporan alos nuevos
miembros y les enseñan a sus hijos y familiares políticos quienes son sus
familiares aunque no todos estén bañados de glorias, dinero, poder o hayan
tomado los caminos acertados. En las familias siempre existe de todo.
Muchas son las
influencias que se pueden tener en este corto pasar por la vida y muchos son los
protagonistas de esté capitulo en el paso terrenal, todos ellos importantes en
la construcción de nuestra historia y a veces culpables de los aprendizajes que
nos marcan huella y guían el camino del crecimiento. ¿Qué pasa cuando las
personas hacemos una retrospectiva de vida? ¿Cómo somos?, ¿qué queremos en la
vida?, y ¿HACIA DONDE NOS DIRIGIMOS? Son muchas las ideas que vienen a la mente
y junto con ellas vienen toda una serie de fantasmas, miedos, temores, sombras
y hasta sentimientos encontrados por aferrarnos a lo conocido y no aventurarnos
a lo nuevo, ni siquiera pensar mirar más allá de lo actual.
Decir o pensar que
tenemos las metas claras sería una mentira, puedo creer saber hacia dónde
quiero ir, pero dejándome guiar por cada capítulo que circunstancial o
consecuente con mis acciones. Sé que van a ir apareciendo y abriéndose para mi
situación que irán convirtiéndose en experiencias y otros en repuestas a mis
necesidades.
Reconozco que los
cambios más significativos que debería asumir en un futuro cercano son mi
equilibrio en lo físico, espiritual y material. Sé que el éxito no se mide por
el dinero pero sería interesante hacer el ejercicio de cambio de actitud
y comenzar a fomentar proyectos que generen valor al esfuerzo puesto en esa
idea. Para ello creo que voy a independizarme y lograr el estilo de vida más
acorde a la inversión de tiempo con el esfuerzo. Mi misión en esta
vida es dar alegría y apagar fuegos, siempre he pensado en algo así porque
siempre soy la conejilla de indias de proyectos o soy el final de alguna etapa,
de alguna universidad, de un proyecto o una relación. Creo que me forme y nací
para hacer cosas grandes, cosas que cambien la visión de muchas personas sobre
algún tema y creo que el turismo y la hospitalidad son mis herramientas de
trabajo para conseguir llegar a los que me necesiten.
Creo en la iglesia
católica, en los santos, en las acciones hechas con fe y con amor, creo en la
familia, en la casa. Soy algo conservadora para los tiempos, pero creo en la
capacitación, en la inocencia, en lo bonito, creo en el amor, en las flores, en
los caminos por recorrer, en los países, creo en la identidad regional que te
dan el nacer en un lugar, creo en mis héroes y heroínas, creo en mis padres
como fuente de energías y sabiduría, creo en mi, creo en los míos, creo en la
gente y creo en la gentileza y la humildad como patrones de conducta. Creo en
la familia como pilar, motor y único rumbo cierto de las sociedades.
No todo el mundo ha
tenido la fortuna de saber, conocer, comprender y aprender de su historia, de
sus inicios y sobre todo de su LEGADO. Dios nos de la fuerza y la unión que se
necesita para contarles a nuestros hijos y nietos de la fortuna más codiciada
de cualquier persona: su familia.
Gracias abuelos
porque mientras más conozco mis raíces más consciente estoy de ustedes y su
esfuerzo. Como dicen mis primos en sus últimos reencuentros Zambrano es más que
un apellido es un actitud.
Se les quiere
MSc. Mirna Meza
Zambrano
Mérida Venezuela


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